Cuando la acaricio puedo sentir sus escalofríos, y como intenta disimularlos.
Tiene la piel tan clara que puedo adivinar el color de sus pensamientos.
Es suave, y huele a dormida. Su pelo cae contra mis hombros y las hormigas de sus dedos recorren mi cuello torpemente luchando por seguir despierta.
Dice que está fría y que es mejor que acune sus pies en mis muslos.
Tiembla cuando está a punto de dormirse. Intenta decirme algo pero el sueño vence su curiosidad. Yo no quiero oírla. Helada, estática, sin vida.
Quietud, en mi cama, junto a ella.
Quiero que sea mía. Siempre. Y ella aún no lo sabe.
1 comentarios:
Leo esto y recuerdo que no hace mucho, viví algo parecido. Solo que ella sí supo o quiso no ser mía...
Me gusta volver a esta bitácora que hacía tiempo que no visitaba.
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