Los besos de mi preciosa Dilla

Los besos de mi preciosa Dilla.



- Hagámoslo – le dijo.
- Qué? Ni hablar.
- Vamos, sólo una semana, será como en los viejos tiempos.
- ¿Un semana? No puedo, tengo al perro. No puedo dejarlo una semana.
- Déjalo con ella, lo cuidará bien. Sólo una semana, vamos. Escogeremos las drogas que quieras, sabes que puedes vetar una, como siempre, la que más miedo te de.

Se le erizó el pelo, metió las manos en sus bolsillos, notó el frío bailar entre la media sonrisa que empezaba a dibujarse en su cara sin querer.

- Lo estás pensando, lo sé. Lo necesitas. Te vendrá bien.
- No lo necesito.
- Vamos! Claro que si, y lo sabes, por eso no querías quedar conmigo, no querías que lo viera en tus ojos. Es todo negro, estás inundada de negro. Qué te han hecho pequeña? Vamos, vámonos de aquí. Una semana. Olvidémonos de todo.

Aflojó los puños en sus bolsillos. No sabía contestar. Luchaba por dejar de mirarle. Empezaba a ahogarse de nuevo.

- Vamos, una semana, te olvidarás de todo, será como la última vez.
- No. La última vez no
- Está bien. No. Perdona. La última vez no. Eso ha sido demasiado. Lo siento. Perdóname. La última vez no. Eso no va a volver a pasar. ¿Verdad?

No dijo nada. Sus puños se retorcieron de golpe.

- ¿Verdad que no? Gina, ¿verdad que no? Gina, oye…  tenemos que hacerlo.
- No.
- Gina, pequeña. Tenemos que hacerlo. No estás bien. Estás rota. Solo el pozo puede ayudarte.
- El pozo.
- El pozo.
- El pozo - Susurró. Se atragantó. Sus puños no pudieron contenerse.

- ¿El pozo? ¿Qué es el pozo? - dijo, interrumpiendo la conversación.

Se abandonó a sus dudas. El pozo. Siguió caminando. Si se metía ahí no conseguiría salir. Le mareó la idea. Se sentó en el bordillo y su negro aprovechó para inundarla de nuevo.

Él se acercó a ella y se arrodilló hasta llegar a su cara. De cuclillas, acunó su voz y sus ojos verdes suplicaron.
- Pequeña, ¿qué te han hecho? Ven conmigo. Yo te sacaré de ahí, lo prometo.

Se levantó la camisa. Allí estaba, nácar, brillando bajo la piel de su pecho, no había conseguido disimularla, tampoco lo había intentado. Ella tocó su cicatriz, aun ardía. Así consiguió hacerle despertar. Así consiguió salvarle.

- ¿Qué es el pozo? - repitió de nuevo.
Ella comenzaba a aislarse. Empezaba a notar el olor a mugre y a humedad abriéndose paso entre sus recuerdos.

- El pozo es eso. Uno pozo
- ¿Un pozo?
- Si, un pozo
- ¿Qué quieres decir con un pozo?¿ De qué pozo hablas? ¿Es una metáfora o algo así?
- El pozo es un jodido pozo. Coño, un puto pozo joder.
Joder… - La expresión de su cara se transformó.- El pozo-  sonrió y le miró a los ojos.- Ella me metió allí, un mes ¿sabes? Me metió un mes en un pozo y luego se metió conmigo.

- ¿Qué?¿Qué coño…?

Ya no le escuchaba.
- No sé muy bien cómo lo hizo, lo tenía todo preparado.
Verás.. cuando murió mi padre… Bueno, digamos que.. que murió… yo… yo estaba perdido. Como ella ahora. Ella está perdida. El caso es que… murió y yo.. yo me morí con él.
Entré en una especie de espiral de autodestrucción, en un agujero negro y ella lo hizo, me metió en un pozo. Y luego me sacó de él. Nunca supe dónde guardaba los medicamentos, estoy seguro de que debió llevar alguno, agua o comida, no lo recuerdo bien, está todo oscuro. Y allí no había sitio. Estoy seguro de que solo comí yo. Ella no. A ella la encontraron desnutrida y casi muerta. Pero ella me salvó. ¿Sabes?
Me metió en un pozo, para cuidar de mi. Y me salvó. Para  no morirme. Porque si yo moría, ella se moría conmigo. Ella es así, hubiera muerto por mi. Y eso hubiera acabado conmigo. Me hizo despertar.
Me metió en un pozo para dejarse morir, así cuidaba de mi. Cuidó de mi.
Porque en el pozo no hay nada, ¿sabes? Sólo estas tú, pero yo estaba con ella. Y mis miedos estaban con ella. Y ella me los hacía ver, me obligaba a verlos. Me los tenía que tragar, me alimentaba de ellos, hasta hacerlos parte de mi y comprenderlos. A eso me ayudó el pozo. Allí solo estas tú, tú y tus pensamientos, tus miedos y tu poca fuerza. Ella era mi fuerza.
Tuve que asumirlo, las horas se  confundían, un mes…  uno pierde la noción del tiempo cuando está metido en un pozo un mes. No sabe cuándo es día y cuándo es noche. Tampoco importa.  No sabe si tiene que comer o cenar, pero tampoco importa. Ya no escucha al cuerpo porque el cuerpo se ha dejado vencer, no sabe dónde está, no sabe si necesita dormir o despertar, pero tampoco importa. En el pozo nada importa. Tiemblas, te tumbas de lado y dejas la vida pasar, pero ahí dentro no hay vida. Aunque yo la tenía a ella, no lo sabía, pero la tenía a ella.
No sabes si llueve o no. No sabes si es que te estás meando o no, porque ya no sientes tu cuerpo, ya no te llama, ya no estás conectado a él. Sólo eres un par de ojos en la oscuridad, acostados de lado, persiguiendo todos tus pensamientos uno tras otro, con las pupilas bien dilatas, esperando a ver dónde van, a ver si llegan a algún final y por fin te dicen el porqué. Pero en el pozo no hay porqués. Sólo hay preguntas sin respuesta. En el pozo no hay nada. Sólo ladrillo frío, ¿sabes? Y tu mente se pega contra el ladrillo una y otra vez. Pero no puedes pestañear, no puedes entender por qué tus pensamientos siguen corriendo sin llegar a ningún lugar, a ninguna parte. Y aunque corren, no se alejan nunca, nunca se separan de ti, ¿cómo es eso posible?. No se alejan de ti, son como polvo, polvo que se mueve frenético delante de ti , polvo que se mueve y no se va, nunca se aleja de ti. Y no puedes dejar de mirarlo, pero no entiendes por qué no van a ningún sitio, por qué no avanzan. Una maraña de polvo corriendo delante de ti, dejando una estela de dudas. Se lían y se confunden y no sabes cuál fue el polvo inicial, cuál es el del que parte todo. Ya no sabes, no sabes nada. Todo esta entrelazado, todo está liado. No sabes cuál es cual, quién es quien, qué problema es que..
Ella estuvo allí, mientras mis ojos salían de mis órbitas, ella estaba allí. Igual de muerta que yo. Sólo que ella no perseguía polvo, ella me perseguía a mi. Sin dejarme ir. Me perseguía a mi para que yo no me fuera lejos. Para que no me fuera. Y me mantuvo vivo. Aun sigo sin entender cómo.
Vinieron a buscarnos, lo tenía todo preparado, las alarmas listas para cuando pasara un mes. La encontraron desnutrida, deshidratada, apunto de morir. Sólo comía yo. Ella estaba desnutrida. Yo estaba bien, solo tenía esto. – Señaló su cicatriz. -Ella tenía la varilla. Seca y fría a su lado. Ella lo hizo.
Creí que fue un sueño, creí que lo había soñado. Noté mi corazón latiendo a la vez que el resto de mi cuerpo. Mis pulmones gritar. Una oleada de.. no sé.. de algo que me llenaba por dentro. De algo que me inundaba y no podía contenerlo dentro de mi. Noté mi pecho inflarse, y mi boca gritar, no gritaba yo, fue mi pecho, gritaba mi pecho, no yo. Mis entrañas saliendo de mi pecho por mi boca. Ella lo hizo. Ella me hizo esto. – Empezó a notar punzadas. Empezó a dolerle. - Ella me despertó. Cuando teníamos que salir  y ya no podía sacarme,  lo hizo, la estampó ardiendo en mi pecho y me despertó, cuando me estaba yendo ella me hizo volver. Cuando ya no podía sacarme de allí, ella hizo que yo nos sacara a los dos. Ella me salvó a mi y cuando desperté me hizo salvarla. Me hizo entenderlo. Me hizo salvarnos a los dos.
Tenía que seguir allí, para ella, para no dejarla morir. Y por eso sigo, ella dio su vida por mi. Ahora la mía le pertenece y no puedo malgastarla. Ella me lo hizo ver. Ella me metió allí y ella me sacó. Ahora tengo que meterla yo. Tengo que matarla. Así podremos salvarnos de nuevo.

Pasaron dos años.
La estación estaba abarrotada. Se olieron, ese olor a chamusquina, sabían el camino que debían  seguir. Fueron apareciendo entre la gente hasta que se fueron descubriendo. Ella sonreía, como cuando eran pequeños. Su pelo pelirrojo ondeaba y correteaba entre la brisa. Seguía sonriendo. Necesitaba verle. Y su cara apreció entre la gente, devolviéndole la sonrisa. Feliz como nunca por volver a verla.
Ella sintió alivio, fue decidida hacia él, sabía qué camino seguir. La cicatriz de su pecho le ardía. Le llevaba hasta él. Había vuelto. Y volvía por él.





                      Su perro la perseguía, correteando, intentando morderle los pies.


Herbert Baglione Picture

I know that spitting is a bad habit, but i can't help the taste...

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Que yo soy de leer cosas raras, y de escribir cosas aun peores...


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