Le crujieron los deseos de una vida que vivió demasiado rápido



Agarró fuerte el metal con sus dedos y noto el frío deglutir todos sus miedos. La barandilla estaba mojada, levantó una pierna para pasarla por encima y se tambaleó, el miedo volvió, notó la sangre golpeando el interior de sus mejillas y los latidos acelerados de su corazón golpeando su conciencia. Le extrañó aquel miedo a caerse, cuando era eso  lo que había venido a hacer.

Apretó aun más fuerte los dedos alrededor del metal, estaba lleno de robín. Miró sus manos, la escarcha del color rojo de sus uñas le daba un toque más trágico a la escena. Sonrió. 

- No hemos venido aquí a jugar. Adelante.

Apretó fuerte el pie contra el suelo y levantó la otra pierna. Apoyó el muslo derecho sobre la parte vertical de la barandilla, blandió sus brazos, cogió aire, y pasó al otro lado. Aseguró bien los pies en el pequeño alfeizar, un par de centímetros de seguridad que intentaban mantenerla  bien sujeta a la realidad.

- Por qué tienes tanto miedo, esto ya lo hemos hablado antes.

Llovía. Llovía como no había visto nunca partirse el cielo dos. El viento azotó su cara y un mechón de pelo mojado tapó sus ojos. Se tambaleó de nuevo, resbaló y apretó con fuerza  sus manos mientras el pánico hablaba por ella.

- No estoy preparada, ¡ayúdame!

Notó la piel de las palmas de las manos ceder ante el robín, con ella se resquebrajaban las fotografías de los recuerdos que había planeado imaginar en su mente para hacer de la ida un momento menos dramático. Apretó aun más fuerte, clavándose las uñas, no notó el dolor, sólo tenía miedo a no poder decidir su final como no había podido decidir su vida. Entonces pensó que ya había hecho lo más difícil, ir hasta allí sin despedirse de sí misma, y que si el destino le preparaba un final tan burlesco, quién iba a ser ella para retar a la ironía del azar. Intentó soltarse.

- No lo hagas, no es así como lo hemos planeado. Tienes que volver a subir y no dejarte llevar.

Miró hacia abajo y vio el agua removerse, una garganta de ira intentando tragarse su vida, sus recuerdos, y combatiendo contra ella, contra la voz en su cabeza que le pedía no rendirse.

Miró hacia arriba y se vio a si misma tendiéndose la mano para ayudarse a subir.
Extendió un brazo, abrió los dedos y se agarró al frío, no había nada. No había nadie. 

Las gotas salpicaban su cara. La ropa empezaba a resultarle pesada mientras la  oscuridad observaba curiosa como le hablaba al vacio.

- Que más da, al fin y al cabo el final será el mismo. ¿Por qué no me dejas ir?. Y si no me dejas ir, ¿por qué no me ayudas?

- Porque no puedo decidir y actuar por ti cada vez que notes que te falte el aire. Porque no puedo inventar tus decisiones a toda hora, porque no puedo empujarte cada vez que sientas el deseo de saltar.

- Eso es lo que has hecho siempre. Hazlo ahora.

- No.

Rodeó la barra de la barandilla con sus brazos. La escarcha arañaba su piel mientras intentaba colocar los pies en un sitio seguro. Miró hacia abajo y vio el odio del mar comiéndose su esperanza. Apoyó el pie, se impulsó y logró volver a subir. Nunca había sentido tanto frio. Nunca había sentido la adrenalina acariciar sus venas como en ese momento. Pensó por un segundo en disfrutar de esa sensación toda su vida hasta que ella apareció de nuevo.

- No puedes, no lo harás. Si cada vez que quieras sentirte viva tienes que venir a jugar con la muerte llegará un día en el que la venzas y ya nada suponga un reto para ti. Ya no habrá nada que motive tus ilusiones y tu esperanza, no habrá nada por lo que quieras luchar. No tendrás razón para levantarte por las mañanas y correr hasta aquí para ver cómo no eres capaz de decidir si quieres seguir o si quieres acabar con esto. No tendrás razones para sonreírle al miedo y para reírte en la cara de tu inseguridad. No habrá luchas, no habrá sueños, no habrá trofeos, y no me tendrás a mí para ayudarte a decidir.

-Tú no me ayudas – gritó, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos y a confundirse con su piel. Expandió sus pulmones, notó congelarse su sangre y gritó:
-Tú no me ayudas, nunca lo has hecho, siempre has decidido por mí, apareciste cuando más te necesitaba, cuando mi mundo era un desastre y no encontraba la salida, apareciste un día, sin más… sabia que llegarías, notaba como luchabas por salir y por hacerte oír mientras la realidad te escondía bajo el disfraz del estrés. Te notaba, sabía que cuando dejara de ser fuerte, cuando dejara de luchar vendrías a por mí, cogerías las riendas de mi vida y las usarías como sogas.  Y apareciste, decías que me ibas a enseñar a ser fuerte mientras que lo único que hacías era apoderarte de mi cerebro, introduciendo tus ideas en él como si fueran raíces que arañan la tierra hasta llegar al fondo y levantar un enorme pedestal de inseguridad y autocontrol. Tú me has convertido en lo que soy, en nada. Te he escuchado durante años, sabía que eras sólo una voz en mi cabeza y mi necesidad te hizo real, y ahora no eres más que otra Yo, otra Yo que está asustada, viendo como me caigo por el puente sin que puedas hacer nada por controlarlo. Eres igual que yo, tienes miedo, miedo  a no ganar y a no controlar todo lo que te has propuesto en mi vida. Eres mis miedos y eres mis inseguridades. Me has machacado hasta hacer de mí un bulto más en la sombra... y ahora ya no sabes hacer nada más...

- Te equivocas, yo no soy como tú, yo no me rendiría nunca, yo soy fuerte, soy poderosa, decido, actúo, planeo… no soy cobarde, soy astuta y eso me hace ser diferente a ti.

El cielo se cerró. Notó un estruendo, un último relámpago que iluminó su vida. Lo vio claro. Un coche frenó en seco, oyó unos pasos acercarse corriendo, inseguros.

- Señorita, ¿se encuentra bien, que hace ahí?, déjeme ayudarla.

Por fin lo vio claro.

- Si yo te he creado, yo puedo destruirte.
- Señorita qué dice, deme la mano. Salga de ahí, dios mío, qué está haciendo. Espere, agárrese fuerte y déjeme que le ayude.

Cerró los ojos, sintió la tentación de alargar la mano, pero notó los fríos dedos pegados al metal, el rojo de sus uñas arañando la garganta helada bajó sus pies. Notó la voz de aquel hombre retumbar en su mente “Señorita, déjeme ayudarle”. 

No oyó ninguna otra voz.

Al fin lo había logrado. Aflojó las manos, separó los dedos y simplemente, se impulsó.



 Somos nuestros propios miedos, y eso no nos deja ver más allá.

"Aprendí con las primaveras a dejarme podar para poder volver entera"




Dicen que tenemos mil caras, mil percepciones de un mismo nada, mil ideas que brotan de nuestro estómago y se atascan en el cardias. Mil ideas que no saben estar sentaditas en fila en el sofá del salón de la vida. Mil gustos y mil colores vistos a través de mil lentes de culturas y experiencias, vistos a través de prismas de deseos y  de incompatibilidades.




Yo recuerdo aquel momento en el que abrí  por primera vez la jaula y las hice libres. Salieron todas las ideas de mi mente locas por intentar atropellar todos y cada uno de mis sentidos. 

Ahora sólo quiero enseñárselas al mundo, y voy a hacer lo mismo contigo.

Referéndum de un yo satisfecho con el convencionalismo.


Proclamo a los 4 vientos que no son más que las ganas que tengo de irme a dormir las que hacen que me vea forzada a enchufar mi vida a un cable y comunicarle al mundo escrito la necesidad que tengo de expresar una idea que me viene persiguiendo por las calles haciendo como que no la veo detrás de un periódico arrugado y mal leído que esconde la curiosidad, y el polvo, que levanto al pasar frente a unos cuantos.

Así pues he decidido montar una especie de estudio antropológico, que no tiene nada de lógico y todo de antro, así como de estúpido, en el que valoro cuanta mierda procedente de mi inquietante picor de ideas es capaz de soportar la curiosidad humana, intentando concluir por adelantado que será bastante el tiempo que te pases merodeando por aquí.

Que por qué lo creo  o que por qué creo que malgastarás tu tiempo valorando la finalidad de mi estudio, pues respuesta fácil y evidente, porque tienes demasiadas cosas que hacer y probablemente la idea infructuosa del éxito te dé tanto miedo como la que me da a mí el saber que podrías vivir sin la paranoia que voy a contarte.

Así pues, repito, y con la idea en mente de una inversión a largo plazo, me invento todos los días mentiras y cuentos para entretenerte y poder calcular cuándo podrás llegar a cansarte o cuanta porquería estarás dispuesto a tragar con tal de no centrarte en inventar tus propias mentiras y  deglutir sin masticar ni salivar las inventadas por otros, en este caso “c'est moi”, porque así es todo más fácil, más rápido, menos divertido pero oye, gastas menos tiempo en inventarte una vida mejor para ti. Ya te la invento yo y tú la decoras al gusto.

Pongamos, entonces, que te pasas por aquí una media de media vez al día, porque puede que aun te resistas a creerte lo que te dice un extraño. Pero esperas a que alguien te cuente o te comente que ha encontrado un estudio ridículo en el que tiene pensado participar tan solo… pues por pura curiosidad. Una vez más yo gano.

Después de esta influencia tan nefastamente positiva  (algo incoercible pero que a ti pues como que te viene dando igual) te paseas por aquí una y quizás dos veces más al día, dependiendo de lo ocupada que tengas la tarde, hasta que mi estupidez infinita te enganche y llegue un momento en el que no  puedas dejar de leer a pesar de que palabra a palabra vayas pensando pero qué mierda me está contando esta tía, como ahora. Otra vez, yo gano.

Y das por sentado que soy una tía porque hay que tener mucha imaginación y muy mala fe para “crear” algo así, pero en el fondo te da igual, es una especie de pacto “sui géneris” en el que si me gusta, me da igual de donde venga.

Y si te das cuenta llevas hasta ahora 1125 palabras vacías de todo sentido, dando una aplastante credibilidad a mi estudio, con el que corroboro mi “idea alfa” de acuerdo con la cual tu pérdida de tiempo es proporcional a toda mi mierda de imaginación. Bien, es innegable que te has caído y te has dado de bruces contra tu falta de autocontrol, ahora imagina este estudio a gran escala, imagina una mierda de idea como la mía,  un par de cables más que el mío, y un par de antenas con proyección a largo alcance. Más mierda, más y para todos.   

Imagina una cara y  unos labios que leen mentiras al mundo, como te has imaginado los míos, y que inventan vidas y estudios de alto grado como el que me he inventado yo, imagina que piensan por ti y que llega un momento en el que no puedes parar, ya no de leer porque te supone un esfuerzo aun mayor, sino de escuchar, porque es tan insólito lo que te están contando y estás tan subliminalmente acostumbrado a ello que ya ni siquiera tu filtro de realidad es capaz de discernir si vives en el mundo de Disney o en el mundo real. 

Imagina el estrés que recorre tu cuerpo y la oleada de pánico pre-crisis personal al pensar en cómo es posible que tú hayas podido caer en semejante estupidez como ésta. Piensa en la manera tan absurda con la que  pierdes el tiempo y saturas tu cuerpo de impresiones negativas hasta el punto de colapsarlo con la única idea a modo de salida como la siguiente: cambiar de canal.

Está claro que tengo que pulir la idea y aun más mis modales… pero, ¿entiendes ahora por qué no enchufo nunca mi televisión?

Sé crítico.


I know that spitting is a bad habit, but i can't help the taste...

I know that spitting is a bad habit, but i can't help the taste...

Que yo soy de leer cosas raras, y de escribir cosas aun peores...


Tú dices... yo imagino

Seguidores