"Pero no basta ser valiente para aprender el arte del olvido"



Ya no sabía seguir.

Llevaba atascada entre ruedas de hojalata hace ya mucho tiempo. Por lo menos eso era lo que ella creía, la espera la malgastaba en horas y la sensación térmica rozaba años contados en inviernos.

No veía salida posible, y el incesante claxon de su interior se le clavaba en el tímpano perforando la idea sólida que había creado a partir de cuentos e historias.

La calle estaba cortada, por obras decía el cartel. Ella se imaginaba que siempre que había un atasco algo horrible debía haber ocurrido. No entendía que pudiera montarse tanto barullo sólo a causa de una muy mala organización. Imaginó la calle como un día a día, caras extrañas que nunca se paraban a mirarle mientras ella las escudriñaba con disimulo a través del cristal de su curiosidad. Le gustaba sentarse sola, mientras sus pies buscaban un resquicio de Sol sobre la acera y sus labios saboreaban el sabor del té. Siempre le gustó amargo, por eso de no sentirse demasiado feliz y no ser capaz de soportarlo.

Pensaba si la gente que veía sonreía por dentro. Si era feliz. Siempre tuvo la idea de que era capaz de meterse en la mente de los demás y adivinar sus pensamientos sólo por la forma en la que balanceaban sus brazos al andar. No le gustaban los que hacían aspavientos, pensaba que ocultaban algo, como si necesitaran mostrarle al mundo su dinamismo para hacer ver que se sentían llenos y que vaciaban su felicidad a través de las ondeadas de sus brazos, como repartiendo seguridad entre el mundo, como si el mundo necesitara algo de ellos.

 Ella desconfiaba, y aprovechaba  para dar un gran sorbo de té.

En cambio los que caminaban con los brazos pegados al cuerpo le despertaban más simpatía, como si escondieran bien dentro algún secreto que no quisieran mostrar, como si crearan una especie de armazón de músculos y nervios que les separaba del universo evitando así mostrar cualquier tipo de sentimiento. Sin sospechas, no hay preguntas.

Ella sonreía, y aprovechaba para estirar los dedos de los pies. ¿Cómo andaba ella? Erguida. Dispuesta a todo, sin dar lugar a nada.

Sentía el peso de su cuerpo, se retorció sobre el asiento. Bajó la ventanilla y asomó la cabeza con delicadeza, buscaba una bici retorcida, humo saliendo del capó o quizás un muerto. Pero sólo encontró hileras de cláxones que juzgaban furiosos la incompetencia de alguna señal de tráfico que se tomaba la libertad de elegir sus caminos.

Volvió a meter la cabeza dentro del coche. Busco en el mp3 su canción favorita y la conectó a la radio... quizás así podría abstraerse y dejar pasar el tiempo hasta que algo más fuerte que ella la empujara por detrás y le hiciera avanzar.

Nada, nada. Su canción favorita y nada. Es una pena cuando el tiempo hace que te acostumbres tanto a una cosa que ya no le encuentras el placer que un día hizo estremecerte. Tenía música nueva, la había metido en el mp3 hacía tiempo, pero no la escuchaba, ¿por qué? Quizás porque cuando escuchaba la canción, y no se la sabía, se sentía incomoda e insegura, como si no pudiera seguir el ritmo, y eso le hacía sentir inútil, así que volvía a las viejas carpetas, ponía las canciones de siempre y cantaba bien alto para olvidar lo mal que eso le hacía sentir.

Pensaba en una canción con ritmo, algo que le hiciera coger energías cuando se fijó en que alguien la miraba desde el ventanal de una cafetería, sorbiendo una gran taza de té.
 Una chica, de unos diez años más joven que ella. Y la vio, vio en su cara la expresión que se dibuja en el rostro cuando mirando a alguien  piensas… y esta persona, ¿será feliz?

Giró la cabeza de repente, subió las ventanillas y empezó a presionar frenéticamente el claxon uniéndose al caos del mundo.

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I know that spitting is a bad habit, but i can't help the taste...

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Que yo soy de leer cosas raras, y de escribir cosas aun peores...


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