Lleva un tiempo sin pensarlo. Varios meses sin sentirlo.
Protegida al abrigo de un tiempo ocupado. Lleva tiempo sin ahondar,
sin buscar en los resquicios.
Deja las cenizas fundirse entre ellas, sin soplo de aire haciéndolas morir amargamente, obligándolas a un destino de calma y máximo letargo.
Recuerda lo que siente cuando lo hace y la punzada en su sexo cuando lo lee. Piensa que debería volver, probarlo de nuevo, pero es tal la paz al no volver a hacerlo, tal el placer mientras lo hace, que se debate en un fuero interno. Y eso le causa desazón y congoja. Desazón y sosiego.
Lleva unos meses feliz y así no puede escribir. No escribe. Así no vive.
Disparidad maldita fruto de un deseo, encaprichada de algún motivo. Musa, austera y almizcle.